Raíces y recuerdos de Antonino Valdezate
Yo Antonino Valdezate del Sol, nacido en Rábano, provincia de Valladolid, hijo natural de Cipriano Valdezate Melero y María Cruz del Sol Pérez, naturales de Rábano, provincia de Valladolid, siendo los abuelos paternos Pablo Valdezate (no sé el segundo apellido) y Simona Melero (no sé el segundo apellido) naturales de Rábano, provincia de Valladolid, siendo los abuelos maternos Marcos del Sol (no sé el segundo apellido) y Atanasía Pérez (no sé el segundo apellido) naturales de Rábano, provincia de Valladolid.
El abuelo paterno, o sea Pablo Valdezate, del cual conservo yo, Antonio Valdezate, su apellido muy orgulloso; por oídas, puesto que no lo conocí, era alto, fuerte y con los pies grandes y solía pisar a los chavales en los pies y les tiraba de las orejas, bromas de hace cien años. Tubo por apodo “el conejo”, el cual se le ha ido heredando de generación en generación y lo llevamos muy gustosos, que aún sigue. Yo Antonio Valdezate me siento muy orgulloso de llevar el apodo “el conejo”. Era agricultor, tenía ciertas fincas que con mucho trabajo le permitían sacar la vida a flote, las cuales han ido pasando a sus herederos. No he oído una mala expresión de él, por lo tanto juzguen a sus descendientes.
La abuela paterna, Simona Melero era merudita, y por la vejez, iba agachadita ayudada por una cachaba, de la cual conservo yo, Antonio Valdezate, su apellido muy orgulloso, si llegué a conocerla, vivía con una hija suya llamada Josefa Valdezate, era soltera. Vivian en el centro del pueblo junto a otra hermana llamada Braulía Valdezate casada con Domingo Gil. Se querían como hermanos, no había distinción.
Yo, Antonio Valdezate, recuerdo poco de ella, murió a los 94 años, por entonces eran muchísimos años, si recuerdo que el día que murió hizo muchísimo frío, el señor cura del pueblo, llamado Don Teodoro Maestro, iba de vez en cuando a su casa a preguntarla cosas de años atrás. Yo, Antonio Valdezate, lo sé porque se lo oía decir a mi padre Cipriano Valdezate.
Yo, Antonio Valdezate, recuerdo que mi abuela Simona Melero era muy querida en el pueblo y cuando iba a misa yo la veía y me parece que es hoy, tenía un cerco en la cual hay una higuera que aún existe, que da muchos higos y grandes, cuando tenía ocasión iba por su casa y siempre me tenía guardado algún higo, me sabía a glorias y se lo estoy agradecido, ya hacía 70 años. Me acuerdo que cuando murió mi padre Cipriano Valdezate lloraba mucho y que hacia mucho frío (frío de castilla).
El matrimonio de Pablo Valdezate y Simona Melero tuvieron cinco hijos, que yo les conocí, el primero fue Agustín Valdezate Melero, casado con Segunda Cano; la segunda Braulia Valdezate Melero casada con Domingo Gil; la tercera Gregoria Valdezate Melero casada con Feredico Rojo; la cuarta Josefa Valdezate Melero, soltera; y el quinto Cipriano Valdezate Melero casado con María Cruz del Sol.
Antonino Valdezate del Sol fue lo que hoy se conoce como un maltratador de niños. Me refiero a sus hijos, por supuesto, porque lo más valiente que fue capaz de hacer en su miserable vida fue pegar y humillar a niños indefensos que no podían escapar.
Después de que yo contemplé con 5 años cómo un camión trituraba lentamente a mi hermano Agustín de 4 años bajo sus ruedas mientras él gritaba mamaaaaaaaaaaaaa mamaaaaaaaaaaaaa mamaaaaaaaaaaaaaa hasta que noté el golpe que le mató, su padre y la manada de cobardes que componen todos sus hermanos no tuvieron ni siquiera el valor, ni siquiera la decencia, ni siquiera la vergüenza de hacerle justicia y llevar al camionero ante el juez. No fue un accidente. Antes de triturarle paró a comprarse un helado. Mientras se comía el helado iba despacito sin mirar a la carretera triturando tranquilamente a mi hermano. Lo vi porque yo crucé la calle con él, sólo que yo llegué al otro lado y él no.
Toda la ayuda que recibí de la mala bestia de mi padre fue su violencia, sus insultos y sus humillaciones. La última vez que me pegó tenía yo 14 años. Me pegó hasta que ya dejó de tener el poder de pegarme, no porque creyera que era mejor no pegarme.
Imaginen ustedes las secuelas que le quedan a un niño que, después de contemplar como trituran a su hermano y no pasa nada, toda la atención que recibe es el maltrato de su padre. No, no se lo imaginan, ni de lejos.